
Domingo 22 de agosto de 2010
Amanece un día precioso en la estación de ski valgrande-pajares
A las 7 de la mañana ya hace 20º, con lo que se presiente un día caluroso.
Comienza el ritual: desayuno energético, preparación metódica del vestuario, concentración y un suave calentamiento.
La carrera es larga, no conviene derrochar energías.
Nueve y siete, puntualidad asturiana. Se da la salida con un tradicional "preparados, listos...ya!"
Una vuelta a la estación para ordenar el pelotón y comienza la penitencia hacia las cumbres do mora Epona y las demás divinidades astures.
Las pendientes vertiginosas de ascenso y descenso no defraudan. Continuos avisos de piedras que caen rodando descontroladas valle abajo.
La llegada a cada collado nos regala paisajes propios de Avatar, que miramos apenas un segundo para lanzarnos cuesta abajo en busca del siguiente muro.
Las fuerzas se agotan. En contra de lo previsible, se forman grupos numerosos. El sufrimiento compartido parece menos.
Llegamos al bosque, por fin algo de sombra. Es solo un pequeño respiro para afrontar la última y agónica subida hacia las torres de valgrande.
Todo está decidido, nadie osa intentar modificar su puesto, ya no es hora.
Como un rosario nos dejamos caer por lo que en invierno sería una tranquila pista azul y hoy es el orden de calidad y momento de forma de los atletas montañeros.
Viejos conocidos, duros contrincantes y entrañables amigos.